Una de las mayores transformaciones que han tenido lugar en nuestra sociedad, ha sido el acceso de las mujeres a la educación formal. Las barreras que existían han ido desapareciendo, gracias a la lucha y al compromiso de muchas mujeres y algunos hombres dispuestos a poner la igualdad en el centro de la defensa de los derechos humanos.  

Pero no podemos dejarnos vencer por un “espejismo de la igualdad” y negar las desigualdades existentes aún en la actualidad. Más bien al contrario. Es necesario realizar una reflexión en profundidad sobre el modelo social vigente. Entender cómo se construye una sociedad desigual para poder construir nuevos modelos cada vez más igualitarios.  

Para ello os proponemos una formación interactiva en la que vayamos interiorizando los contenidos de forma colectiva. Analizaremos el origen y el funcionamiento de los conceptos fundamentales que dan como resultado la desigualdad de género. Conoceremos la historia de la que partimos y su evolución, las cifras y datos sobre las desigualdades existentes, las líneas de las políticas y los movimientos, las resistencias a los cambios y las herramientas de transformación que tenemos a nuestro alcance. 

En última instancia, se trata de poder proyectar este cambio de mirada sobre vuestras propias experiencias. Esa es la finalidad de este curso. Acercarnos a la igualdad, no sólo desde el conocimiento, sino también desde la convicción del interés que supone para la comunidad universitaria, que la igualdad forme parte de su aprendizaje y formación de manera transversal.

El curso se llevará a cabo del 3 de febrero al 7 de marzo de 2020.

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Cada cultura dispone de una serie de códigos, estereotipos y roles que rigen el comportamiento, las actitudes y expectativas de los hombres de esa sociedad, por lo que podemos decir que existe una definición “cultural” de la masculinidad, que atraviesa y condiciona las diversas identidades masculinas. De este modo, lo que se espera de los hombres, lo que son y aquello que identificamos colectivamente como hombres, responde a una construcción social determinada. Por ello, sabemos que las características que definen la masculinidad no son innatas ni naturales, sino que son sociales, aprendidas. Esto quiere decir que no existe una identidad masculina única, ni un modelo de masculinidad cerrado, ya que cuando observamos la realidad nos encontramos con formas diversas de “ser hombre”. Éstas también están condicionadas por variables como la edad, la clase social, la etnia, la condición u opción sexual, entre otras. Podríamos hablar, por tanto, de un modelo dominante o hegemónico de masculinidad para cada sociedad y momento histórico, pero con una diversidad de identidades masculinas y maneras de ser hombre.

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Cada cultura dispone de una serie de códigos, estereotipos y roles que rigen el comportamiento, las actitudes y expectativas de los hombres de esa sociedad, por lo que podemos decir que existe una definición “cultural” de la masculinidad, que atraviesa y condiciona las diversas identidades masculinas. De este modo, lo que se espera de los hombres, lo que son y aquello que identificamos colectivamente como hombres, responde a una construcción social determinada. Por ello, sabemos que las características que definen la masculinidad no son innatas ni naturales, sino que son sociales, aprendidas. Esto quiere decir que no existe una identidad masculina única, ni un modelo de masculinidad cerrado, ya que cuando observamos la realidad nos encontramos con formas diversas de “ser hombre”. Éstas también están condicionadas por variables como la edad, la clase social, la etnia, la condición u opción sexual, entre otras. Podríamos hablar, por tanto, de un modelo dominante o hegemónico de masculinidad para cada sociedad y momento histórico, pero con una diversidad de identidades masculinas y maneras de ser hombre.



Cada cultura dispone de una serie de códigos, estereotipos y roles que rigen el comportamiento, las actitudes y expectativas de los hombres de esa sociedad, por lo que podemos decir que existe una definición “cultural” de la masculinidad, que atraviesa y condiciona las diversas identidades masculinas. De este modo, lo que se espera de los hombres, lo que son y aquello que identificamos colectivamente como hombres, responde a una construcción social determinada. Por ello, sabemos que las características que definen la masculinidad no son innatas ni naturales, sino que son sociales, aprendidas. Esto quiere decir que no existe una identidad masculina única, ni un modelo de masculinidad cerrado, ya que cuando observamos la realidad nos encontramos con formas diversas de “ser hombre”. Éstas también están condicionadas por variables como la edad, la clase social, la etnia, la condición u opción sexual, entre otras. Podríamos hablar, por tanto, de un modelo dominante o hegemónico de masculinidad para cada sociedad y momento histórico, pero con una diversidad de identidades masculinas y maneras de ser hombre.



Cada cultura dispone de una serie de códigos, estereotipos y roles que rigen el comportamiento, las actitudes y expectativas de los hombres de esa sociedad, por lo que podemos decir que existe una definición “cultural” de la masculinidad, que atraviesa y condiciona las diversas identidades masculinas. De este modo, lo que se espera de los hombres, lo que son y aquello que identificamos colectivamente como hombres, responde a una construcción social determinada. Por ello, sabemos que las características que definen la masculinidad no son innatas ni naturales, sino que son sociales, aprendidas. Esto quiere decir que no existe una identidad masculina única, ni un modelo de masculinidad cerrado, ya que cuando observamos la realidad nos encontramos con formas diversas de “ser hombre”. Éstas también están condicionadas por variables como la edad, la clase social, la etnia, la condición u opción sexual, entre otras. Podríamos hablar, por tanto, de un modelo dominante o hegemónico de masculinidad para cada sociedad y momento histórico, pero con una diversidad de identidades masculinas y maneras de ser hombre.



Cada cultura dispone de una serie de códigos, estereotipos y roles que rigen el comportamiento, las actitudes y expectativas de los hombres de esa sociedad, por lo que podemos decir que existe una definición “cultural” de la masculinidad, que atraviesa y condiciona las diversas identidades masculinas. De este modo, lo que se espera de los hombres, lo que son y aquello que identificamos colectivamente como hombres, responde a una construcción social determinada. Por ello, sabemos que las características que definen la masculinidad no son innatas ni naturales, sino que son sociales, aprendidas. Esto quiere decir que no existe una identidad masculina única, ni un modelo de masculinidad cerrado, ya que cuando observamos la realidad nos encontramos con formas diversas de “ser hombre”. Éstas también están condicionadas por variables como la edad, la clase social, la etnia, la condición u opción sexual, entre otras. Podríamos hablar, por tanto, de un modelo dominante o hegemónico de masculinidad para cada sociedad y momento histórico, pero con una diversidad de identidades masculinas y maneras de ser hombre.